OBScena: um dos muitos adesivos da Dilma distribuídos pelos estupradores golpistas
Sim, porque sexo não é, né. Se não for consensual, é estupro. Saber perder é como saber ouvir um não. Aécio Neves não soube perder. Também não sabe ouvir NÃO. Juca Kfouri contou esta história. Então há uma lógica, quem bate em mulher também bate na democracia. Em bom português, dá golpe!
Como não dá para ler os jornais brasileiros, todos envolvidos no GOLPE, me informo pelos jornais do exterior. Hoje, por exemplo, o principal jornal de Buenos Aires, Pagina12, sacou, diante de uma quadrilha de homens brancos e ternos pretos, uma conclusão freudiana. É a cultura do estupro do machismo brasileiro. A figura da mulher Dilma foi vilipendiada, inclusive com a participação de algumas mulheres, como Ana Amélia Lemos, a Louro José do Senado. A imagem com áudio que correu o mundo na abertura da Copa do Mundo de 2014, no Itaquerão, mandava a Dilma tomar no cu. Não houve reação alguma por parte da emissora que transmitia, pelo contrário, regozijava-se.
O estupro como ferramenta política também foi usado, como descobriu e revelou a Comissão da Verdade, nos porões do DOI-CODI. Os finanCIAdores da Operação Bandeirantes – OBAN, participavam das sessões de tortura, estupro, morte e esquartejamento dos presos políticos. Talvez por isso as sessões eram noturnas e os corpos dilacerados eram depois levados por peruas camufladas para o Cemitério de Perus. Não por acaso, terra do pato da FIESP, desde sempre patrocinadora dos estupros coletivos da democracia.
A imprensa brasileira é maior responsável pela cultura do estupro. De todo tipo de estupro. Talvez por isso não tenha se indignado quando um dos políticos com maior déficit civilizatório, Marco Feliciano, foi denunciado por assédio sexual pela própria funcionária. Para a velha mídia o estupro de seus parceiros ideológicos passa batido, da mesma forma que passa batido a apreensão de um heliPÓptero com 450 kg de cocaína, mesmo que seu proprietário vire ministro. Ou talvez por isso.
A pior democracia é preferível a qualquer tipo de golpe, mormente quando seus defensores agem como estupradores.
Estupro a la democracia
Por Martín Granovsky
Cada 11 minutos una mujer es violada en Brasil. Si es negra, joven y pobre tiene más posibilidades de sufrir una agresión. Los estudios de Antropología les pusieron título a los datos: cultura del estupro.
Después de asistir a la sesión del Senado contra Dilma Rousseff, cualquiera puede reemplazar la palabra “mujer” por “Constitución” y la palabra “negra” por “democracia” y verá que la teoría puede aplicarse a la política sin forzar nada. Nada.
Los senadores de la oposición avanzaron un nuevo capítulo en la violación de las reglas del debido proceso. Vulneraron los derechos políticos de Dilma, que si no hay un milagro perderá la presidencia y quedará inhabilitada por ocho años para la política. Y aplastaron los derechos humanos de los brasileños: en octubre de 2014 votaron en primera y segunda vuelta por Dilma contra Aecio Neves y le dieron la victoria. Desde aquel alud de 54 millones de votos a hoy, con un golpe en marcha, pasaron menos de dos años.
“Ahora, la ruptura democrática se da por medio de la violencia moral y los pretextos constitucionales para que gane apariencia de legitimidad el gobierno que asume sin el amparo de las urnas”, dijo Dilma. “Se invoca la Constitución para que el mundo de las apariencias encubra hipócritamente el mundo de los hechos.”
No es un tema de forma, porque en democracia la forma es fondo. Una constelación formada por la gran banca internacional, los gigantes de la empresa brasileña, una parte de la Justicia, los megamedios, todos los parlamentarios del PSDB y la mayoría de los legisladores del PMDB tratan de construir apariencias para violar la Constitución.
Brasil no vive bajo un régimen parlamentario. Pero el Congreso censura a la Presidenta que tiene mandato hasta el 31 de diciembre de 2018.
Los diputados deben fundamentar su acusación contra Dilma como en cualquier proceso. Pero uno explicó la acusación honrando al oficial que torturó a la Presidenta cuando era guerrillera y otros dedicaron el voto a madres, hijos y cuadros.
Tal como denunciaron cuatro congresistas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a Dilma hasta le restringieron el tiempo de sus testigos. Es decir, el derecho a defensa. Cuando fue notificado de que la petición había llegado a la CIDH, el canciller José Serra dijo: “Son unos brutos, diríjanse al Senado”. En política internacional la representación la asume el Poder Ejecutivo, no el Congreso. Un resumen y el texto completo de la petición a la CIDH pueden leerse aquí: http://bit.ly/2bzINaZ. Para brutalidades consultar a Serra.
Ayer mismo, en el Senado, varios senadores criticaron el desempeño de Dilma en el gobierno. Pero en un juicio político los senadores son jueces, no parlamentarios en medio de una interpelación. Los jueces preguntan y después sentencian. No replican.
El presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, encargado de dirigir las sesiones del Senado, dejó que alegremente los senadores esquivaran su papel de jueces. Pero corrigió a Dilma: “Le pido que no hable más nada del gobierno interino”, exigió tras las menciones de Rousseff al “gobierno usurpador” y “golpista”. “La condena exige pruebas cabales de que se haya cometido, dolosamente, un delito de responsabilidad fiscal”, explicó Dilma. “Sin delito, es golpe”, sintetizó.
Es equivocado pensar que el juicio político sin derechos es una cosa y la política otra. Son dos caras de lo mismo. Para observar lo que ocurre en Brasil no hace falta ningún diario del futuro. Ningún diario del lunes. Como citó la propia Rousseff, Temer ya impuso límites de gasto fiscal hasta el 2037 que ni siquiera las políticas sociales podrán perforar. Su gobierno también impulsó la baja de edad de imputabilidad y la tercerización laboral. “Van a precarizar”, anunció en el Senado Roberto Requiao, uno de los pocos del PMDB fieles al proyecto original. “En Brasil no se va a poder nacer ni trabajar.”
La Policía Federal busca meter preso a Lula, el único del PT en condiciones de competir en las presidenciales de 2018. Las policías militares (que en Brasil son las malditas provinciales) lubrican cada vez más el gatillo fácil o, como ayer, reprimen manifestantes en San Pablo. El futuro ya llegó.
Dilma, ayer, se equivocó de interlocutores. Les habló a los senadores, no al pueblo. Pero no es por sus debilidades políticas que los esclavócratas de Brasil quieren echarla. Es para ser fieles a la cultura del estupro que practican desde el siglo XVI.
martin.granovsky@gmail.com