
Nem a brilhante imaginação do incomparável escritor Jorge Luis Borges poderia ter engendrado uma história tão impactante.
Depois de tudo o que vem sendo mostrado a respeito do que faziam e como faziam, só há dois tipos de pessoas que ainda acreditam em ditadura: os mal informados e os mal intencionados. De qualquer sorte, para sua saúde física e mental, mantenha boa distância de ambos.
O que aconteceu na Argentina, Chile, Uruguai, Paraguai e Brasil se deve ao patrocínio daquela que se auto declara a maior democracia do Ocidente, os EUA. Por isso, toda vez que os EUA se daclaram apoio a algum país, suspeite, há cheiro de mutreta no ar. Para não dizer, morte e atrocidades…
Aos doentes mentais que ainda negam a ditadura e seus efeitos maléficos lamento apenas que não exista inferno. Passei a não mais acreditar em Deus depois que seus fiéis na Terra cometem todo tipo de atrocidade em seu nome. E aos que, se dizendo religiosos, endossam comportamentos como estes das ditaduras, das guerras e da eliminação do diferente, desejo que encontrem, à sós, com o demônio de suas ideias.
Un espacio de memoria
Se cumplían diez años del asesinato de su hija Laura y fue una idea posible por la existencia de un diario que era un nuevo espacio para los derechos humanos. Desde entonces, los recordatorios se transformaron en una herramienta de memoria, un modo de exigir justicia y negar el silencio para los familiares y para todos los que luchan contra el olvido. La líder de Abuelas de Plaza de Mayo ya publicó 26 recordando a su hija, a la pareja de ella y al nieto que acaba de recuperar. Cada texto es único, personal, escrito especialmente para el momento. El conjunto forma una crónica de sentimientos y ayuda a entender los pasos de una lucha.
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Página/12 :: El país :: Un espacio de memoria
La aparición del nieto de Estela de Carlotto generó una respuesta inesperada de la sociedad. “Estoy asombrada”, admite la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Y repasa los hitos de cuatro días que no olvidará jamás: del primer abrazo a la conferencia de prensa y la visita a CFK.
Por Victoria Ginzberg
Esta semana Tolosa se conmocionó. Pero no sólo por el enjambre de periodistas que invadieron el barrio donde vive la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo para sacar alguna declaración o información sobre el nieto con el que Estela de Carlotto se pudo abrazar tras 36 años de búsqueda. Los vecinos y comerciantes se acercaron para felicitarla. Si no estaba, dejaban papelitos escritos a mano para compartir con ella su felicidad. Estaban conmovidos, como el país: “Por la respuesta que tuve, creo que Guido nos unió a los argentinos, pensemos lo que pensemos. No por mí, sino por una persona que recobra su libertad, sus derechos, la recomposición de su historia”, afirma esta mujer que desde hace cuatro días lleva la sonrisa pintada en el rostro y una mirada renovada, profunda y liviana. Dice que parece estar soñando. O mejor, que su sueño se hizo realidad.
Ella lo nombra Guido, como su hija Laura le puso al nacer, mientras estaba secuestrada. Tal vez porque el nombre es algo de lo poco que su mamá le dejó en las cinco horas que estuvieron juntos. Asegura, de todas formas, que respetará la decisión de su nieto si decide conservar el Ignacio que llevó en estos 36 años, aunque el apellido deberá cambiar por disposición de la Justicia. Lo importante para ella es que su nieto está, y que es “hermoso física y espiritualmente”. Como toda abuela que se precie, no ahorra adjetivos: “Es sano, es bueno, es idílico, soñador”.
Estela Carlotto cuenta su primer encuentro con Guido/Ignacio, el vínculo con la familia de Walmir Oscar Montoya, el padre de su nieto también asesinado durante el terrorismo de Estado, y la visita a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Asegura que lo que más la sorprendió del hijo de su hija Laura es “su serenidad”.
–¿Cómo vivió esta semana? ¿Todavía está soñando? ¿Está agotada o con más energía?
–¿Cómo me ves?
–Espléndida.
–Sí. Estoy feliz, me parece un sueño pero cada vez piso más la realidad. Me costó un poquito cambiar la posición de presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, una abuela restituyendo a otro nieto. A todos los quiero mucho y vi la alegría de sus abuelas. Pero me costó salir de lo institucional, porque ahora era mi nieto, era mío lo que estaba viviendo. Yo me estaba entregando y restituyendo a mi nieto. Esto lo estoy asimilando momento a momento. Lo que me parecía un sueño ya lo veo como una realidad. Va a cambiar mi vida. Mi vida de trabajo no, porque voy a seguir yendo a Abuelas todos los días, pero también voy a organizarme para que nos conozcamos, para que tengamos momentos gratos, acompañándolo en sus tiempos. A la alegría de la recuperación se suma la calidad de persona que tiene: es sano, es bueno, es idílico, soñador, es músico. Y tiene un carácter muy parecido a los Carlotto, medio jorobón, de hacer chistes. Todo muy lindo. Lógicamente hay mucho para hablar, hay tanto, que hay que ir despacio porque si no eso más que bien le puede hacer un daño. Primero, el llegar y conocernos. Segundo, conocer al resto de la familia. Tercero, ir a Buenos Aires a hacer esa conferencia de prensa y estar con los nietos recuperados, con las Abuelas, con los colaboradores de la institución. Eramos muchísimos. Y a la noche conocer a su abuela paterna, que es una mujer encantadora, muy dulce. Yo estuve un rato con ellos y después los dejé solos.
–Ahora tiene una familia política nueva también.
–Claro. Se suma la alegría de saber quién era el papá de él, el compañero de Laura, porque hasta el martes no lo supe. Era una sospecha. Pero estas cosas yo ya las he vivido en otros casos. Entonces, no era seguro y no hicimos nada. Pero ahora, saber qué clase de chico era… yo pensaba que tal vez era más que nada una unión por circunstancia, pero no, se han amado entrañablemente. Cuando a Laura le comunicaron que lo habían matado, porque los genocidas que la tenían cautiva le dieron la noticia: “Hoy matamos a tu compañero”, en diciembre (de 1977) a ella le dio un ataque de nervios y de angustia, se rebeló, les dijo de todo. Y a ella le hicieron un simulacro de fusilamiento el 28 de diciembre y después le dijeron “que la inocencia te valga”. Era todo así de cruel y de malo. Sin embargo, el bebé nació bien y es un chico que creo que lo que trae de sus padres es eso que está demostrando, que es una profundidad… las respuestas que dio a los periodistas.
–Me hizo acordar a usted en el manejo de los medios, por cómo explicaba lo que quería, pero muy tranquilo.
–Se manejó muy bien. Y hubo alguna pregunta un poco difícil de responder. Dijo que “no es momento de hablar de eso”, sobre las responsabilidades de los que lo secuestraron a él. Estoy asombrada y agradecida, algunos dicen que parezco más joven. (Se ríe) Estoy muy bien.
–¿La repercusión social que tuvo el encuentro, la esperaba?
–Para nada. Estoy asombrada. Escuchaba en una radio que comentaban que había que analizar la reacción por este encuentro. “Está bien, Estela es conocida, querida y 37 años es toda una vida, la perseverancia, la forma, pero acá hay algo más, algo que necesitamos profundizar y aprovechar socialmente”, decían. Esto nos ha unido. Comentaron una encuesta y la cantidad de gente que estaba contenta era enorme, un 80 y pico, había también otra que estaba bien, otra que no le importa y otra que no sabe nada, pero eran muy poquitos. En mi barrio, que es periférico, humilde, en el que vivo hace 35 años, nunca me di mucho con nadie, aunque los aprecio y me aprecian… Pero allí hubo una explosión de gente para mí desconocida que se arrimó junto con la prensa que invadió el barrio. Los vecinos me han dejado papelitos escritos muy humildemente con felicitaciones. Acá no se midió nada. Por la respuesta que tuve, creo que Guido nos unió a los argentinos, pensemos lo que pensemos. No por mí, sino por una persona que recobra su libertad, sus derechos, la recomposición de su historia. Menos los que decían “bueno, basta”. Había algunos que descreían y decían que yo no era abuela, que estaba mintiendo. Hasta dicen que nuestros hijos están vivos.
–¿El decidió hacer la conferencia de prensa?
–Al salir de Olivos, de la visita a la Presidenta, su compañera me preguntó mi opinión, porque él quería dar una conferencia de prensa porque así daba todas las respuestas y así ya no lo seguían, no iban a ver a las personas que lo criaron, que están asustados y se tuvieron que ir del campo. Porque fue muy bruto eso, algunos periodistas fueron a avasallar. Le dije que si él estaba dispuesto a mí me parecía bárbaro. Lo organizamos a la última hora del día anterior, con la gente de Abuelas que trabajó muy bien. Y se armó esa conferencia.
–Escuché que desde que se enteró de que su nieto había aparecido había podido dormir muy bien, en vez de no poder dormir por los nervios.
–Con una paz… y felicidad interna, el corazón henchido de alegría. Dormí muy bien.
–Sabemos que faltan muchos nietos por encontrar, pero en lo personal ¿tiene la sensación de un trabajo terminado?
–Nooo, terminado nada. Esto recién empieza, pero no es un trabajo. Es… ¡lo encontré! En eso encierra todo.
–Me refiero a cerrar un círculo, una deuda con Laura, con toda la familia.
–Pensé en Laura. Creo que en donde esté, estará sonriendo, feliz. “Mamá, misión cumplida.”
–¿Algo de Laura le ve? Parece que es muy parecido al padre, pero las abuelas siempre encuentran algo.
–Muy poco. Creo que es el retrato vivo del papá. Vino el hermano (Jorge Montoya, hermano de Walmir Oscar), que es el único hijo que le queda a la abuela Hortensia, y se parecen, en la estatura, en un montón de cosas, aunque no tanto como al padre. Los amigos que estaban ahí y lo conocen desde hace tantos años lo miraban y decían: “Mirá, se para igual, mirá es igual”. De Laura creo que tiene esas ideas que expresó, esa claridad para decir las cosas.
–Que él se haya acercado a Abuelas, que la haya buscado, ¿hace más especial este reencuentro?
–No me llama la atención porque hace muchos años ya, cuando nuestros nietos empezaban la adolescencia, la adultez, dijimos “ellos ya tienen pensamiento y decisiones propias, ya están en condiciones de saber que los estamos buscando y va a ser un camino de ida y vuelta”. Así empezamos la actividad hacia afuera, nace Teatro por la Identidad, Música por la Identidad, Tango por la Identidad, Deportes, hasta los Twitterrelatos y así seguimos hacia afuera, para que el que tenga una duda se anime. Y con esto de mi nieto ardieron los teléfonos de Abuelas y de la Conadi (Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad) con jóvenes con dudas. Fue lo que expresó en la conferencia, que el deseo de él es que se animen los demás también.
–Se la ve siempre con mucha fortaleza, ¿tuvo todos momentos de alegría estos días o también pudo llorar?
–No lloré. Solamente cuando lo abracé de la emoción y le dije “Guido, mi querido nieto que te busqué tanto”. Y él me dijo “despacito, despacito”. Pero cuando se fue ese día a la noche me dijo: “Chau, abu”.
–Falta saber una parte de la historia, ¿cómo llegó él a Olavarría?
–A mí lo que me interesa ahora es él. El está, es hermoso física y espiritualmente. Lo demás tienen que hacerlo otras personas, la Justicia, por un lado, y nuestros equipos de investigación y abogados. Tienen que completar la historia de responsabilidades. Porque yo sé dónde estuvo Laura, lo más probable es que él haya nacido ahí. Quién se lo sacó, quién se lo dio al que lo llevó al campo y lo tiró en brazos de gente que no podía tener hijos para que el futuro de él sea ordeñar vacas. No es malo ordeñar vacas, lo digo en el sentido metafórico de que yo nunca lo iba a encontrar. El en el medio del campo ni un libro tenía, pero al morir los patrones llegaban a esa casa los libros de los patrones que él leyó como el autodidacta que es. Después se cultivó en la universidad de música, también es maestro mayor de obras.
–¿Pudo darle las camisetas y los prendedores que había guardado para él durante todos estos años?
–Muy poco. Algunas camisetas y remeras. No quise… son cajas. Espero los próximos encuentros, organizarme un poco. Tengo mucho lío en mi casa, que cada vez más se parece a un museo.
–¿Cómo fue el encuentro con la Presidenta?
–Fue el encuentro de una madre y una abuela a la vez, porque ella ya lo es, con alguien muy querido para ella como es la gente del sur. Conocía a todos y le contó un montón de cosas de su familia, de su padre, de su abuelo. Que Hortensia, su abuela, era maestra. Todavía le dije: “Cristina, no hablaste de Laura que es platense como vos, y es la madre”.
–Un poco de celos.
–Claro que sí. Su mamá lo llevó en la pancita.
–¿Qué fue lo que más le sorprendió de él en estos días?
–Su serenidad. Su don para llevarnos, para ponernos límites y a la vez brindarse. Y también tiene todo en positivo, nunca dijo no, dijo sí a todo, no cierra nada, sino que abre.
–¿Y con el asunto del nombre?
–Le dije lo siguiente: “Yo te voy a llamar Guido, te busqué como Guido y fue el nombre que te quiso poner tu mamá. Si vos te vas a quedar con Ignacio es tu decisión y te la respeto absolutamente. El apellido te lo vas a tener que cambiar porque la Justicia te lo va a decir”.
–O sea que hablaron de ese tema.
–Sí, de forma alegre. El es muy chistoso y yo también. Cuando conocí a mi consuegra y tenía casi lágrimas en los ojos, me señaló con el dedo y me dijo (hace tonada de burla) “estás llorando”. Me estaba cargando. Y yo también lo cargo. Es algo realmente maravilloso.
–¿Cómo fue el encuentro con los Montoya?
–Muy lindo. La señora es mayor, tiene 91 años. El hermano es un tesoro, sus hijas maravillosas. Es una familia pequeña, pero es gente muy querida en el sur. El tendrá que ir y conocer donde su papá nació, el entorno familiar, los monumentos que les han hecho a los desaparecidos de allá.
–¿Preguntó algo más de Laura?
–Nunca preguntó. Le fuimos diciendo al pasar, las cosas que podíamos irle diciendo. El se va a enterar.
EL PAIS › COMO ABUELAS DE PLAZA DE MAYO Y SU CAUSA INFLUYERON EN LA PROTECCION DE LOS DERECHOS HUMANOS
En dictadura, el reclamo de restitución de los nietos robados fue parte de la protesta internacional. El papel de Nchama. Carter y Vance. El derecho a la identidad en la Convención de Derechos del Niño, con Alfonsín. Kirchner y la Convención sobre desapariciones. Opinan Taiana, Filmus, D’Alotto, Despouy, Tex Harris, Palhares y Di Santo.
Por Martín Granovsky
epigrafe
Un luchador por los derechos humanos fue decisivo en la historia de las Abuelas de Plaza de Mayo. En 1982, Cruz Melchor Eya Nchama, de Guinea Ecuatorial, prestó su organización para que por primera vez el reclamo por los nietos robados pudiera ser oído en las Naciones Unidas.
Nchama era el líder del Movimiento Internacional para la Unión Fraternal entre las Razas y los Pueblos, reconocido por la ONU.
“Los representantes de la dictadura en Ginebra les prohibían a las Abuelas hablar como tales en la Comisión de Derechos Humanos y el Movimiento les dio un lugar”, recordó el embajador Alberto D’Alotto, actual representante argentino ante los organismos internacionales en Ginebra. D’Alo-tto estaba entonces exiliado en París. Con la democracia recuperada ingresó en la carrera diplomática y llegó a ser vicecanciller con el actual ministro Héctor Timerman.
El 6 de junio último, Nchama fue condecorado con la Orden de Mayo.
“Gracias a su activismo, Cruz Melchor logró llevar la voz de las Abuelas de Plaza de Mayo ante la Comisión de Derechos Humanos, antecesora del actual Consejo de Derechos Humanos”, dijo Timerman en la ceremonia de condecoración. “De esta manera sumó su nombre al de otros que participaron desde el interior mismo de las Naciones Unidas en sus esfuerzos de lucha contra las violaciones sistemáticas de los derechos humanos en nuestro país.”
Nacido en 1945, Nchama fue siempre tan activo en la denuncia histórica del esclavismo como en la lucha contra la ablación genital de mujeres en Africa.
La relación entre los movimientos antirracistas y otros movimientos es una tradición en la historia de la lucha por los derechos humanos.
En 1957 Martin Luther King formó la Conferencia de Líderes Negros del Sur sobre el Transporte e Integración No Violenta para pelear contra la segregación en el transporte público, y en 1960 la masonería de Atlanta le dio cobijo en el Templo Prince Hall. Desde allí lideró el movimiento hasta que lo asesinaron en 1968.
Antes del acto solidario de Nchama, “el primer precedente es la denuncia de Chicha Mariani a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en 1977 por la desaparición de su nieta, Clara Anahí Mariani”, relató a Página/12 el ex canciller y actual legislador Jorge Taiana. “Si bien esta denuncia tuvo gran importancia para el futuro de la búsqueda de los nietos y nietas apropiados, en esa época no alcanzó repercusión externa. Pero al año siguiente, la CIDH se pronunció sobre el caso de Clara Anahí Mariani (Resolución sobre el Caso 2553) y condenó al Estado argentino como responsable por la violación del derecho a la libertad, la seguridad y la integridad, le solicitó la devolución de la niña Clara Anahí a su familia. Este importante precedente dio a la desaparición de nietos una comprobación internacional y una relevancia que incrementó el interés y la difusión.”
Neologismo
Las Abuelas sensibilizaron también a muchas fuerzas políticas de Europa. Donato Di Santo conoció a Estela Carlotto cuando era un militante interesado en América latina dentro del entonces Partido Comunista Italiano, hoy Partido Democrático. “El tema de los chicos robados salió a la luz masivamente en Europa después de la caída de las dictaduras”, dijo desde Roma ante la consulta de Página/12. “Pero yo me enteré del tema antes, por boca de la propia Estela.”
Agregó Di Santo que “los de-saparecidos, en Italia, causaron en los partidos políticos una tremenda impresión, una tremenda angustia, un tremendo rechazo”. Y explicó: “Hasta se crea una suerte de neologismo. En italiano la palabra desaparecido no existe. La traducción literal sería scomparso. Pero, en realidad, todos utilizan el término ‘desaparecidos’. Entró en el idioma italiano”.
Daniel Filmus, ex ministro de Educación, ex senador y actual secretario sobre Malvinas en la Cancillería, recomendó no olvidar la fecha del 22 de octubre de 1977, cuando se creó la Asociación de Abuelas de Plaza de Mayo. “Después de iniciar su búsqueda en soledad, porque el miedo instalado en la sociedad condicionaba la actitud hacia las familias directamente afectadas en la etapa más dura de la represión ilegal ejercida por la última dictadura militar, una mujer se apartó de la ronda que realizaban las Madres de Plaza de Mayo y preguntó: ‘¿Quién está buscando a su nieto, o tiene a su hija o nuera embarazada?’. Una a una fueron saliendo. En ese momento, 12 madres comprendieron que debían organizarse para buscar a los hijos de sus hijos secuestrados por la dictadura. En principio se bautizaron como Abuelas Argentinas con Nietitos Desaparecidos y más tarde adoptaron el nombre con que el periodismo internacional las llamaba: Abuelas de Plaza de Mayo.”
La historia a la que alude Filmus incluye a las dos primeras presidentas de la organización: Licha Zubasnabar de la Cuadra y María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha.
“Las Abuelas se pusieron a preparar un documento con los casos de niños desaparecidos y mujeres embarazadas para entregarle a Cyrus Vance, secretario de Estado de los Estados Unidos, cuya visita a la Argentina estaba prevista para noviembre de 1977”, historió Filmus.
El 20 de enero de ese año había asumido el demócrata James Carter. “La administración de Carter mostraba interés por esclarecer las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la dictadura”, dijo Filmus. “Vance concurrió a un acto y las mujeres lograron atravesar la seguridad y entregarle el documento.”
Los casos de Tex
En Buenos Aires ya era clave el papel del entonces consejero político Tex Harris. Llegó a la Argentina en junio de 1977 a los 38 años para encargarse de tres temas, dos oficiales y uno extraoficial: el Beagle, las Malvinas y los proyectos nucleares secretos de la dictadura. Pero muy pronto se hizo cargo de las denuncias por violaciones a los derechos humanos. Abrió las puertas de la embajada de los Estados Unidos y construyó un fichero con los casos que todos los días le denunciaban los familiares de los secuestrados. Antes de la constitución de Abuelas, ya tenía indicios sobre el robo de chicos pero no pruebas porque la clandestinidad del Estado argentino dificultaba la obtención de datos. Sin embargo, muy pronto, por la información de abuelos y abuelas, supo que había niños robados.
Harris, que aún sigue muy activo y también fue condecorado por el gobierno argentino como Nchama, relaciona a Estela de Carlotto con un hecho importante ocurrido en plena democracia. En el 2000, con el apoyo del entonces canciller Adalberto Rodríguez Giavarini, la presidenta de Abuelas pidió desclasificar datos de los archivos norteamericanos. Elevó la petición a la entonces secretaria de Estado, la demócrata Madeleine Albright.
“Comparto la angustia por un tema que no puede darse así nomás por terminado”, fue la frase exacta que usó Albright durante una visita a la Argentina. El tema eran los desaparecidos.
“Queremos pedirle que su palabra sirva para que el gobierno argentino ponga esfuerzos para que se esclarezca el genocidio, aunque el jefe del Ejército lo desconozca y pretenda interrumpir los procesos judiciales y el poder político no le ponga freno”, dijo Estela. Fue entonces cuando la secretaria de Estado habló de los desaparecidos y prometió ocuparse de la desclasificación de nuevos documentos para que sean accesibles al público.
“Responderemos al pedido”, dijo mirando a Carlotto y a Carmen Lapacó, de Madres Línea Fundadora. “No sé qué información existe en el Departamento de Estado, pero al volver haré un esfuerzo por contestarles. Por razones humanitarias (recuerden que soy ambas cosas: madre y abuela) entiendo el planteo y quiero resolverlo. Y también se lo voy a contar a Hillary Clinton, de quien soy amiga.”
“Madeleine cumplió y el gobierno empezó una gigantesca desclasificación que ayudó muchísimo a las investigaciones en toda América latina”, dijo Harris.
Cerca del Nobel
En el 2000 las Abuelas ya llevaban más de veinte años viajando y haciendo contactos en todo el mundo. “En la ONU, en Amnistía Internacional, en la OEA”, dijo Filmus. “En todos lados. Nunca se cansaron.”
Para D’Alotto, “la cuestión de los desaparecidos es un triste privilegio argentino que irrumpió como un fenómeno gravísimo de violación a los derechos humanos en la Comisión de Derechos Humanos también en 1980, con la creación del Grupo de Trabajo sobre desapariciones forzadas de Naciones Unidas”. El grupo fue el encargado de investigar los secuestros.
“Ciertamente el delito se había cometido en otros lugares en América latina, pero por la masividad que tuvo en nuestro país tenía una impronta indudablemente argentina”, dijo D’Alotto.
Leandro Despouy, que también estuvo exiliado, luego fue encargado del área Derechos Humanos en tiempos de Alfonsín y hoy preside la Auditoría General de la Nación, dijo que “ya para la campaña contra la dictadura durante el Mundial del ’78 estaba instalada en el exterior la conciencia de que las tétricas desapariciones de personas incluían algo más siniestro todavía, como el robo y apropiación de las criaturas por parte de los propios represores”.
“También lograron repercusión en Brasil, donde el Comité de Defensa de los Derechos Humanos para los Países del Cono Sur (Clamor), dependiente del Arzobispado de San Pablo dirigido por el cardenal Paulo Evaristo Arns, instrumentó acciones concretas frente a la violación de derechos humanos en la región”, recordó Taiana.
El ex canciller 2005-2010 indicó que con ayuda de Amnistía Internacional las Abuelas impulsaron “un petitorio internacional firmado por miles de personas así como por personalidades como Simone de Beauvoir, Costa Gavras y Eugene Ionesco, y tras estas acciones, numerosas organizaciones comenzaron a difundir información sobre la situación de los niños desaparecidos”.
Precisó Taiana que el 31 de julio de 1979, Clamor, con la colaboración de las Abuelas de Plaza de Mayo, identificó a los primeros niños desaparecidos, Anatole y Victoria Julien Grisonas, “quienes habían sido abandonados en una plaza de Valparaíso y adoptados de buena fe por una familia chilena”. Las Abuelas se reunieron con la familia adoptiva “y aceptaron que los niños permanecieran con sus padres adoptivos en estrecho contacto con su familia biológica”.
En 1979 la Comisión Interamericana de Derechos Humanos realizó su visita de inspección a la Argentina, “durante la cual recibió más de cinco mil denuncias sobre violaciones a los derechos humanos perpetradas en el marco de la dictadura militar”. Taiana sostiene que “gracias a la visita de la Comisión y las denuncias, el tema de los nietos y nietas apropiados, adquiere particular relevancia, y luego, en su informe sobre la visita in loco, aprobado y publicado en 1980 la CIDH se pronunció nuevamente sobre el tema”.
Taiana subrayó que “durante el período de transición y retorno a la democracia, el informe de la Conadep y el Juicio a las Juntas marcaron hitos en la comprensión colectiva de la dimensión y el impacto del terrorismo de Estado y la comisión de los crímenes de desaparición forzada y apropiación de menores recién nacidos”. Y agregó: “El informe y el Juicio tuvieron un impacto decisivo, tanto en la Argentina como en América latina y el resto del mundo. La posterior sanción de las leyes y decretos de impunidad impidió la investigación judicial de los crímenes perpetrados, pero la labor de los organismos de derechos humanos continuó y se fortaleció gracias al apoyo social, al desarrollo de los juicios de la verdad y a la utilización de los mecanismos de protección internacional de los derechos humanos, en particular la CIDH y el Grupo de Trabajo sobre De- saparición Forzada de la ONU”.
Para Despouy, “el gran despliegue internacional de las Abuelas se redobló después de 1983, y el tema tuvo un impacto asombroso y creciente, al extremo de que Abuelas es hoy una de las organizaciones de derechos humanos más conocidas en el mundo y quizá con más posibilidades de alcanzar el Nobel de la Paz”.
D’Alotto recordó que “al restablecerse la democracia se inició un proceso de cooperación con los organismos internacionales y específicamente la temática de los niños apropiados impactó profundamente”.
“Por iniciativa de las Abuelas, el gobierno del presidente Raúl Alfonsín impulsó la inclusión del derecho a la identidad en la Convención sobre los Derechos del Niño”, dijo el actual embajador ante los organismos con sede en Ginebra.
El artículo 7 de la Convención indica que “el niño será inscripto inmediatamente después de su nacimiento y tendrá derecho desde que nace a un nombre, a adquirir una nacionalidad y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos”.
El artículo 8 expresa que “los Estados Partes se comprometen a respetar el derecho del niño a preservar su identidad, incluidos la nacionalidad, el nombre y las relaciones familiares”.
“El trabajo de Abuelas ayudó mucho a la democracia naciente”, contó Despouy. “Cuando se elaboraba la Convención de la ONU de Derechos del Niño y propusimos la inclusión del derecho de los niños privados fraudulentamente de su identidad de recuperarla e ir con su familia de sangre, al principio hubo un enorme rechazo. Pero fueron la presencia y el testimonio de las Abuelas los que permitieron la inclusión de ese derecho en el célebre artículo 8 de la Convención. Fue una contribución para el mundo.”
La resistencia
Como la Convención, los instrumentos internacionales fueron ratificándose paso a paso. En 2006 la ONU aprobó la Convención de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas de Personas. D’Alotto la definió como “un antiguo anhelo de los familiares de desaparecidos que pudo concretarse por la acción diplomática del gobierno del presidente Néstor Kirchner con el firme apoyo de Francia, Suiza, Japón y Marruecos entre otros, y que hoy forma parte del conjunto de instrumentos internacionales de derechos humanos de cumplimiento obligatorio”. El Gobierno también impulsó “la consagración internacional del derecho a la verdad para las víctimas de violaciones a los derechos humanos”.
En los últimos días Evo Morales fue uno de los primeros presidentes que saludaron a Estela de Carlotto por su nieto. También en América latina las Abuelas se convirtieron en una referencia. El brasileño Joaquim Palhares, editor de la influyente web Carta Maior, contó que tanto las Madres como las Abuelas “rápidamente hallaron eco en la región, pero no sólo de manera simbólica, sino también de modo práctico, estimulando articulaciones políticas y redes de apoyo y solidaridad”. En opinión de Palhares, el impacto que provocaron Madres y Abuelas “fue muy importante en el proceso de salida de la dictadura y la recuperación gradual de la democracia”.
De ese momento en adelante, Palhares opina que lo más importante fue “la ejemplaridad”. Así lo explicó a Página/12: “Hasta hoy, la movilización argentina en defensa del rescate de la identidad y la memoria es un ejemplo para los demás países de la región que también vivieron experiencias autoritarias. Cada dictadura tuvo sus particularidades, pero todas se destacaron por el rasgo común de violar la democracia y los derechos humanos. En la Argentina ese proceso llegó a límites increíbles y la reacción contra el pasado nos sigue inspirando. Tenemos mucho que aprender de la resistencia argentina. En lo que se refiere exclusivamente a Brasil, existe una enorme diferencia en la forma en que los dos países enfrentaron la cuestión militar. Brasil no hizo una transición y por eso seguimos sufriendo las consecuencias de ese equívoco terrible. La Comisión de la Verdad no tiene fuerza política. Los archivos de la dictadura siguen cerrados y no hay movilización del Partido de los Trabajadores, de la izquierda y de la sociedad brasileña para reclamar el debido respeto a los derechos humanos”.
Agenda global
En 1988, Sting hizo subir a las Madres y las Abuelas al escenario en un estadio de River colmado. En su última gira por la Argentina, en 2012, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina les dedicaron un recital a Estela de Carlotto y a las Abuelas. En la Copa del Mundo de Sudáfrica, Estela viajó y la Selección apoyó la difusión de la causa de Abuelas poniendo el cuerpo, o sea la cara, en un objetivo que no sólo encuentra pocas resistencias sino, al contrario, mucho consenso.
¿Ese consenso sirve para que el tema se consolide como parte de la política exterior del Estado argentino? “Sin duda”, opinó D’Alotto. “La cooperación de las Abuelas y la difusión de su lucha ayuda al objetivo argentino de fortalecer las instituciones internacionales de protección de los derechos humanos.”
Palhares coincide en que el tema es parte de la política mundial. “Lo es desde que la represión tuvo un carácter internacional con la Operación Cóndor, que articuló a los órganos represores de varios países. Es una historia conocida, pero creo que aún queda mucho por investigar y por contar. Y en segundo lugar la lucha de Abuelas sirve de inspiración para construir políticas de derechos humanos en el ámbito del Mercosur y de la Unión de Naciones Suramericanas. Sería una integración para el bien (la Operación Cóndor fue una integración para el mal), dirigida a la protección y promoción de los derechos humanos a nivel regional.”
“El reconocimiento internacional del genocidio cometido en la Argentina, y especialmente en el continente, también aumentó notoriamente luego de que en 1981 las Abuelas participaron de la Asamblea General de la OEA en Washington y asistieron a los congresos de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Familiares de Detenidos-Desaparecidos, de la cual fueron fundadoras, en Costa Rica y en Venezuela en noviembre”, señaló Filmus.
Di Santo, que además de dirigente partidario fue vicencanciller de su país para América latina, no vaciló en nombrar el propio caso italiano al analizar la influencia global de Abuelas. “El hecho de que el gobierno de Italia se haya declarado parte querellante en el juicio por los desaparecidos de origen italiano fue también gracias a la influencia humana e intelectual de ellas. Es importante que tanto el ex ministro de Relaciones Exteriores Massimo D’Alema como la ministra actual, Federica Mogherini, sean amigos personales de Estela.”
Las Abuelas aún no ganaron el Nobel pero sí otros premios. En la Unesco, la Organización de las Naciones Unidas para la Ciencia y la Cultura, la Argentina las presentó como candidatas al Premio Fomento de la Paz Félix Houphouét-Boigny, que ganaron en 2011. Como miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco, Filmus presentó a las Abuelas para el premio junto con el embajador en el organismo, el pianista Miguel Angel Estrella. “El premio tiene por objeto rendir homenaje a las personas, instituciones u organismos que han contribuido significativamente a fomentar, buscar, salvaguardar o mantener la paz según los principios de la Carta de las Naciones Unidas y la Constitución de la Unesco”, dijo Filmus. “Entre los galardonados anteriormente figuran Nelson Mandela; Yitzhak Rabin, Shimon Peres y Yasser Arafat; el presidente de Senegal, Abdoulaye Wade; el ex presidente de Finlandia Martti Ahtisaari; y el ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva.”
En abril de 2008, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner inauguró el jardín Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a orillas del río Sena.
“La Argentina también impulsó la adopción de una serie de resoluciones sobre el derecho a la verdad en el marco del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y patrocinó la creación del mandato del Relator Especial de Naciones Unidas para la Promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición, quien comenzó con sus labores en mayo de 2012”, dijo Taiana. También recordó que el país “impulsó instrumentos específicamente relacionados con el derecho a la identidad y la labor de Abuelas de Plaza de Mayo. Concretamente, las Resoluciones adoptadas por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas sobre Genética y Derechos Humanos”. Aún queda pendiente aprobar “un proyecto de manual sobre el empleo de la genética en el esclarecimiento de graves violaciones a los derechos humanos con destino a la comunidad internacional, con base en la experiencia acumulada en el marco de los casos argentinos”. Uno de los ejemplos sería “la alta formación y vasta experiencia del Equipo Argentino de Antropología Forense –fundado hace 30 años para esclarecer la identidad de víctimas desaparición forzada y ejecuciones extrajudiciales–, que participa de numerosas misiones tanto de capacitación como de investigación en todo el mundo”.
“Ya antes de la restitución de la identidad de su nieto, Estela tenía previsto participar en Ginebra en un evento sobre el derecho a la verdad que organiza la Misión Argentina en Ginebra”, informó D’Alotto. “A la luz de lo ocurrido con la reaparición de su nieto adquiere una nueva dimensión y producirá obviamente un fuerte impacto internacional.”
“La lucha de Abuelas fue y es parte de nuestra política exterior porque hace a la credibilidad de nuestro país y de nuestra democracia”, dijo Despouy a Página/12. “Y la recuperación de cada nieto nos fortalece.”
En opinión de Taiana, “la promoción y protección de los derechos humanos a nivel internacional se convirtió en una política de Estado y parte de la identidad de la Argentina como miembro de la comunidad internacional, junto a la defensa de la democracia como forma de gobierno, y la paz y el multilateralismo en las relaciones entre Estados”.
martin.granovsky@gmail.com
Relato de un encuentro íntimo

Al llegar a Olivos, Guido (Ignacio) Montoya Carlotto se abrazó con la presidenta Cristina Fernández.
A través de Twitter, la Presidenta destacó la “frescura” y el “sentido del humor” de Guido y contó detalles de su visita a Olivos junto a Estela, familiares y amigos. Le regaló un cuadro inspirado en su abuela.
Emocionada por la restitución de la identidad de Guido (Ignacio) Montoya Carlotto, la presidenta Cristina Fernández relató ayer el encuentro que mantuvo junto al nieto de Estela de Carlotto en la residencia oficial: “A las 20.50 la flia. Carlo-tto-Montoya llega a Olivos. Estela, Ignacio, Celeste su compañera, Remo, Kibo y su compañera. Tres parejas de Olavarría que los acompañan. Se agregan Florencia (Kirchner), Máximo (Kirchner), (Carlos) Zannini, Wado (De Pedro) y (Andrés) el Cuervo Larroque. La verdad parecemos un batallón. Pero, ojo, no vamos a la guerra. Queremos ver de cerca el triunfo del amor y la cara que tiene la felicidad”, contó la Presidenta, que tras ver las noticias sobre el tema en Santa Cruz utilizó su cuenta de Twitter para difundir fotos y contar detalles de la velada.
Todo comenzó durante el almuerzo del jueves, cuando el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, le avisó a la presidenta que Claudia Carlotto, hija de Estela y hermana de Laura, le había contado que Guido la quería conocer.
–Hola, Guido, soy Cristina ¿cómo estás?
–Bien, muy bien. Acá hay como 50 personas que me están mirando constantemente. Me muevo y me siguen a todas partes con sus ojos…
–¿Te parece que nos veamos hoy en Olivos después del acto, tipo 20.30?
–Dale.
Así contó la Presidenta que fue el primer diálogo con Guido, quien “se ríe con ganas” y “además de frescura tiene sentido del humor”. “La cosa viene todavía mejor de lo que uno pensaba. Gracias a Dios. Es que uno nunca sabe”, escribió CFK y continuó su relato.
La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo fue la primera en entrar a la residencia: “Camina con una agilidad nueva. La cara resplandece. Ha rejuvenecido de repente pero conserva el genio de siempre”, tuiteó CFK e inmediatamente transcribió el primer comentario de Estela: “Dijiste que el papá era santacruceño como Néstor, pero te olvidaste de decir que Laura era platense como vos”. El padre biológico de Ignacio, Oscar “Puño” Montoya, nació en la localidad patagónica de Cañadón Seco y fue a La Plata a estudiar, donde conoció a Laura Carlotto. Una historia similar a la del matrimonio presidencial, que también se conoció mientras ambos estudiaban derecho en la universidad de la capital bonaerense.
Después de Estela entró a Olivos Guido-Ignacio y se abrazó con la Presidenta. “No sé qué habrá sentido y pensado él. Algún día se lo preguntaré. Pido perdón, pero no voy a contar lo que sentí ni lo que pensé. Es algo absolutamente mío. Personal e intransferible”, se reservó la Presidenta.
Durante la charla, CFK contó que le “impactó” saber que el nieto recuperado 114 es hijo de un santacruceño y reveló lo que sabía sobre la historia de los Montoya en su pueblo natal. Hay en Cañadón Seco una plaza en homenaje a tres detenidos desaparecidos, entre ellos, Oscar, el papá de Guido. Uno de los responsables de ese homenaje es Jorge “el Negro” Soloaga, ex diputado provincial y ex trabajador “ypefiano”. “Su abuela Hortensia (la de Guido), fue maestra y directora de escuela y es toda una institución en el pueblo. Los Ardura son de las familias pioneras de Santa Cruz. Amigos míos conocieron a su padre del boliche o del colegio. Era muy bohemio, le gustaba la música”, señaló la Presidenta, que después de hacer esos comentarios se “llamó a silencio” para escuchar al resto de los participantes del encuentro.
Según la primera mandataria, se podía sentir en el ambiente, en Olivos, “la buena vibra, las miradas de amor y todavía de sorpresa”. Guido se llevó un regalo. Un cuadro inspirado en su abuela Estela, que la noche anterior a su aparición le dio el artista Guillermo Grinbaum a CFK. “Tuve que hacer un esfuerzo por no ponerme a llorar. Estoy segura de que lo va a poner en la casa nueva que se está haciendo…”, escribió la Presidenta. En Twitter reveló también que Guido (Ignacio) es maestro mayor de obras y su compañera Celeste es diseñadora egresada de la UBA y participa del trabajo de las Cooperativas de Desarrollo Social de Emprendedores y Diseño y Moda para la inclusión, dependientes de la ministra Alicia Kirchner. “¿Qué cosa, no? Qué cerca estábamos todos y nadie se había encontrado”, reflexionó CFK.
Durante la charla hubo también tiempo para hablar del tema de su nombre. Como señaló en la conferencia de prensa, Guido dijo que prefiere seguir llamándose Ignacio, a lo que su abuela le pidió que al menos le agregue el Guido. “En realidad es Ignacio + Guido + Laura + Puño + Estela + Hortensia… Lo importante de su vida es que tendrá muchas cosas para sumar y no para restar, porque tuvo la suerte de crecer con amor”, afirmó Cristina Fernández y completó: “Después de todo Estela tuvo suerte. Mirá si a su nieto lo hubieran criado con odio”.
La reunión duró hasta tarde. Hubo fotos, abrazos y sonrisas. Al día siguiente, el viernes, Guido iba a ver a su abuela Hortensia. “Cuando se fueron me quede pensando: es tan parecido a su padre que no sé si mañana cuando su abuela lo vea, en lugar de encontrarse con su nieto, se vuelva a encontrar con su hijo”, contó la Presidenta y aclaró que “es lo mismo pero no es igual”, en referencia una canción de Silvio Rodríguez.
“No hay vuelta: vivir sólo cuesta vida”, sintetizó CFK que apeló a otro músico, el Indio Solari. “Estoy media musical. Es que Ignacio-Guido está, por fin, entre nosotros”, concluyó.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-252672-2014-08-10.html
EL PAIS › LA ANTROPOLOGIA FORENSE LE PERMITIO A ESTELA DE CARLOTTO SABER QUE TENIA UN NIETO
El rastro de la ciencia
La llegada del norteamericano Clyde Snow y la creación del Equipo Argentino permitió identificar a cientos de NN. En este caso, en 1985 pudo establecer cómo fueron asesinados los padres de Guido Montoya Carlotto y que Laura había tenido un bebé.

Una de las excavaciones del Equipo Argentino de Antropología Forense para identificar a desaparecidos.
Con casi un cuarto de siglo de diferencia, el trabajo de los antropólogos forenses derivó en aportes sustanciales para la reconstrucción de la historia familiar de Ignacio Hurban, el joven músico que esta semana conoció su verdadera identidad y supo que es el nieto que Estela de Carlotto buscaba desde 1978. En el caso de su madre, Laura Carlotto, la exhumación del cuerpo y la pericia encabezada por Clyde Snow, fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense, implicó para Estela en 1985 la confirmación del nacimiento de Guido, como lo llamó su hija. En el caso del padre, Oscar Walmir Montoya, el avance de la ciencia y su aplicación al servicio de la investigación del genocidio argentino permitió ni más ni menos que la identificación de los restos, un logro impensable sin la posibilidad del cruce masivo de muestras de ADN en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas.
El 27 de agosto de 1978, sin ningún documento que acreditara su identidad, Estela y su esposo Guido Montoya Carlotto enterraron a Laura en el cementerio de La Plata. Por el contacto con sobrevivientes de La Cacha y el testimonio de un ex conscripto conocieron detalles de su cautiverio y del nacimiento de su nieto. Pero fue recién tras el retorno de la democracia, en 1985, cuando esa certeza tuvo por primera vez un respaldo científico. “Estela, tú eres abuela”, fueron las palabras de Snow que la presidenta de Abuelas recordó una y otra vez.
Abuelas de Plaza de Mayo y la Conadep habían recurrido un año antes a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, la ONG estadounidense que contactó a Snow. Poco después el antropólogo llegó al país, explicó que a partir del estudio de los huesos se podía reconstruir parte de la historia de las víctimas, dio con un grupo de estudiantes de antropología y medicina que aceptaron el desafío de asumir un trabajo “sucio, deprimente y peligroso”, como lo definió Snow, y creó el EAAF.
“Hice exhumar el cuerpo y el Equipo de Antropología Forense lo examinó a fondo para determinar con exactitud todo lo que los militares habían negado”, contó Estela en 1999 durante una entrevista con la periodista Gabriela Castori en la revista El Mensajero. “El deterioro de su dentadura probaba su largo secuestro; por la pelvis supimos que había tenido un bebé y por las balas que tenía alojadas en el cráneo, que había sido ejecutada con una Itaka disparada a 30 centímetros, por la espalda”, relató. “Así reuní elementos de prueba para la Justicia y para demostrar en el exterior, donde teníamos causas abiertas, qué era lo que había pasado. Esta vez sí quise verla. Vi sus huesitos, su pelo, la vi a ella, la vi. Y cerré el duelo y nunca más necesité ir al cementerio”, agregó.
En 2004, al declarar en el Juicio por la Verdad de La Plata, Carlotto recordó que familiares y amigos presenciaron la exhumación. “Vi sus huesitos, pero era ella, tenía el corpiño que le había regalado Alcira Ríos, tenía las medias que le habían visto ponerse, un zapato, porque el otro apareció en el cajón cuando exhumaron a Carlos Lahite”, con quien la habían ejecutado. “Ahí en el cementerio, después de cepillar y tocar casi religiosamente esos huesos, el doctor Clyde Snow me llamó aparte y me dijo ‘Estela, tú eres abuela’, porque los huesitos de la pelvis tenían las marquitas de cuando un bebé se apoya hasta el momento de nacer.”
“Ese informe meticuloso, científico, está agregado a todos los expedientes de la Justicia en el país y en el exterior, porque dice claramente que Laura fue asesinada, que para reducirla le quebraron un hueso del brazo, que se resistió, que en el suelo y de espaldas le dispararon con armas de grueso calibre a 30 centímetros de distancia en la cabeza, porque las cápsulas estaban dentro del cráneo, y además balearon su vientre para no poder probar la maternidad. Todo eso demuestra que tengo un nieto”, recordó ante los jueces de la Cámara Federal platense.
La incertidumbre de la familia Montoya duró varios años más. “Puño”, como lo apodaban, también estuvo secuestrado en La Cacha y fue asesinado el 27 de diciembre de 1977, mientras Laura sobrellevaba en cautiverio su tercer mes de embarazo. Sus restos habían sido enterrados como NN en el cementerio de Berazategui, de donde los antropólogos forenses lo exhumaron el 3 de abril de 2006 por orden de la Cámara Federal porteña. El único dato de la burocracia de la época era el acta de defunción, que señalaba que dos hombres habían muerto ese día en un enfrentamiento en calle 4, entre 30 y Carlos Pellegrini, de esa localidad. De la exhumación y el estudio de los huesos surgió que Montoya tenía no menos de 16 impactos de bala en “el cráneo, tórax, miembros superiores e inferiores”. La versión oficial del enfrentamiento sumada a las evidencias del fusilamiento, marcas registradas de la dictadura, no dejaban dudas sobre el rol del Estado terrorista. La cantidad de casos similares y la incertidumbre sobre el destino de miles de desaparecidos, sin embargo, impedían establecer una hipótesis específica sobre las identidades.
Mientras los restos de Montoya se mantenían a resguardo en el EAAF con la identificación BZ 9/69 (por el cementerio de Berazategui y el número de sepultura), su hermano Jorge y sus padres, José Montoya y Hortensia Ardura, dejaron muestras de sangre en el marco de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas. El cruce masivo de muestras de ADN hizo el resto. En octubre de 2009 la Cámara que preside el juez Horacio Cattani, impulsor de las identificaciones desde hace dos décadas, confirmó que los restos de uno de los ejecutados en Berazategui correspondían a Montoya. La familia los cremó y esparció sus cenizas en un campo de Cañadón Seco, a once kilómetros de Caleta Olivia, en Santa Cruz, donde vivió su infancia. Antes la Cámara Federal mandó una muestra de ADN al Banco Nacional de Datos Genéticos, paso que le permitió a Ignacio “saber quién soy y quién no era”, como resumió el viernes durante su presentación en sociedad junto a su familia.
Página/12 :: El país :: El rastro de la ciencia
Aparecidos

Clyde Snow, fundador del EAAF.
Por Marta Dillon
“Recuerdo que era uno de los brillantes atardeceres de La Plata, el sol estaba bajando y era muy crepuscular, fue un momento muy intenso porque pude decirle a Estela: sí, realmente éstos son los huesos de tu hija pero en algún lugar allá afuera tienes un nieto que debería estar vivo. Fue un momento amargamente dulce. Esos huesos encapsulaban una historia: los huesos de Laura nos estaban diciendo ‘busquen a mi hijo’”, así rememoraba Clyde Snow, el fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense frente al periodista Walter Goobar, el momento en que aparecía la primera prueba material de la existencia de ese joven tal vez demasiado canoso para su edad, de nariz fuerte y palabra luminosa, que creció llamándose Ignacio aunque era deseado, esperado, buscado como Guido. Fueron los huesos los que hablaron entonces, el rastro de su paso por el cuerpo de la madre, una mujer que había parido por primera vez cuando ya había sido robada a su comunidad, cuando su existencia estaba en esa zona sin nombre del cautiverio clandestino, ni viva ni muerta, desaparecida. Estela, la madre de Laura, definitivamente abuela del hijo de ésta desde la exhumación de esos huesos testigos, dice que desde ese preciso momento dejó de ocuparse del cementerio, de pensar en placas y ornamentos funerarios: tenía una tarea, la vida la reclamaba, tenía que encontrar a su nieto. Y además su hija tenía un lugar en el mundo aunque fuera entre los muertos, el duelo iba a continuar, pero el luto ya no. En aquel atardecer luminoso de 1985 todavía no se soñaba con que una operación de reactivos, aparatos que despiden números, números que construyen algoritmos, algoritmos que dibujan perfiles, perfiles que coinciden con un nombre y un nombre que se instala en un árbol genealógico, en una comunidad, una familia, serían, 30 años después, un procedimiento corriente. Los estudiantes de antropología y medicina que en torno de Snow formaron el EAAF contaban con lo que veían, con lo que podían hacer sus manos rescatando con cuidado esqueletos que no estaban mudos pero que no podían decir su nombre, excavando de día y llorando de noche porque esos huesos delataban a personas jóvenes, fusilamientos, ensañamiento en la vida y también después de la muerte y porque lo que buscaban no terminaba de aparecer: la humanidad de esos testigos silenciosos no era completa sin nombre, sin identidad.
Se contaba entonces con los testimonios, con la palabra de los sobrevivientes que reconstruyeron el mapa de esa zona liminar de los centros clandestinos, con su descripción de los tormentos, con sus listas de nombres, la mayoría atrapados en la no muerte y la no vida de la desaparición. Palabra sospechada al principio por el solo hecho de estar vivos. Palabra que se escuchó en los primeros juicios y fue conculcada con las leyes de impunidad que no consiguieron el silencio pero la volvieron menos audible sobre todo para quienes de antemano no querían o no queríamos escuchar del todo. Porque también de eso se trata la situación del desaparecido: nadie duda de la muerte y a la vez la muerte no se instala, no ordena, no deja a la vida seguir su curso. La presencia del desaparecido –de la desaparecida– es constante: en torno de ellos no se organiza el duelo, las familias no lloran juntas en el mismo momento, no se despiden. Cada quien siente el aleteo intermitente de la presencia y de la ausencia, una locura que lleva a mirar cada tanto el pasaje de un colectivo con una esperanza vacua; a lo mejor, tal vez, la tortura le quitó el juicio, esa mujer sentada en el fondo por un instante, un mínimo parpadeo de locura capaz de alterar el tiempo, podría ser mi madre. ¿Y acaso es fácil abandonar esa ilusión? ¿Desprenderse de ese milímetro de esperanza aunque sea vana? No es fácil, aunque tampoco es fácil confesar que se la mantiene, que en algún lugar del corazón o de la mente se la alienta como se sopla una brasa tapada de cenizas.
En estos más de treinta años que pasaron desde aquel atardecer luminoso en que un hombre de sombrero texano que venía a decir que se podía hacer hablar a los huesos y que esos huesos, en el caso de la hija de Carlotto, decían que había desaparecidos vivos, la tecnología avanzó y la palabra se jerarquizó. Cayeron las leyes de impunidad, se sentaron algunos culpables en la silla de los condenados y hubo lugar para las apariciones.
El padre de ese niño que dejó un rastro en los huesos de su madre, el padre del joven que hoy conmueve al país entero, también fue un aparecido. Gracias a la perseverancia y a la tecnología sus restos fueron hallados en 2006, su nombre escrito en un epitafio, su perfil genético conservado y ambas cosas, como una cuña en el devenir, ocuparon su espacio entre generaciones, el espacio necesario para que su hijo pudiera aparecer y para que apenas aparecido se reivindicara como una herramienta de una posible cicatrización.
La historia que esta semana nos conmovió con una alegría contagiosa, impertinente, rebelde frente a cualquiera otra noticia, otra amargura, alegría incluso por sobre la evidencia de la pérdida o potenciada por eso mismo, es una historia de apariciones. De apariciones que vienen sucediéndose, de desaparecidos vivos como son los nietos y las nietas que completaron su identidad con las familias que los buscaban. Y también de los desaparecidos y desaparecidas asesinados, masacrados, ocultados de los ritos de pasaje que las familias y la sociedad entera necesitan para seguir adelante, para procesar el legado, para pelearse incluso con ese legado. Cientos de cuerpos –esqueletos, sí, pero también cuerpos– emergieron del anonimato donde habían sido enterrados en los últimos años con la fuerza de la prueba: cuerpos amados, llorados y enterrados y también cuerpos del delito que acusan por sí mismos a los perpetradores.
Aparecidos que ocupan su espacio entre nosotros, entre nosotras y que abren otros nuevos, que dejan que las generaciones se organicen, que permiten llorar la muerte y llorar de alegría. Que volvieron inteligible una historia que nos pertenece y que puede ser contada incluso a los más chicos. Porque está la prueba, porque está el lugar, porque están las voces. Y están también los oídos que escuchan.
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