Ficha Corrida

23/04/2012

Declaração de Independência Energética

Filed under: Argentina,Espanha,Guerra do Petróleo,Império Colonial,REPSOL,YPF — Gilmar Crestani @ 7:25 am

Daniel Paz & Rudy

Recebi muitos emails falando da “segurança jurídica”, da “quebra de contratos”, do “mau exemplo” da Argentina. Balela. Papo de vira-lata e de quinta coluna. São pessoas que nasceram para lambe-botas. São os mesmos que defendiam a necessidade de tirar os sapatos para entrar nos EUA. Como Estadistas, não passam de atores, de Bolinha de Papel.

Nenhum dos países que hoje reclamam da Argentina respeita sequer a Convenção de Genebra, que é essencialmente humanitária. E ninguém fala em quebra de contrato o segurança jurídica nas relações internacionais. Quantas vezes os EUA desrespeitou as Resoluções da ONU? A Espanha não forneceu bucha de canhão na Guerra do Iraque, encima de uma mentira construída por Washington de que havia armas de destruição em massa? A Comunidade Econômica Europeia, tão ciosa da segurança jurídica, é autora de duas Grandes Guerras. Que segurança jurídica têm os escravos, se a lei lhes é desfavorável? Têm de se submeter à escravidão, como nessas fazendas pelo interior do Brasil e Argentina, onde Bancos são donos ou seus mais assemelhados companheiros de ideologia? Por que os mesmos revoltosos da estabilidade das relações entre nações não gritaram quando os três patetas latinos (Fujimori, FHC e Menem) fizeram de seus países puteros para deleite da lavagem de dinheiro internacional?

DANIEL PAZ & RUDY

Un rescate estratégico

Rajoy y otras penurias

Por Raúl Dorra *

Cosas veredes. Mariano Rajoy, hombre tan representativo de la obstinación franquista, no ahorró insolencias ni amenazantes baladronadas dirigidas, más que al gobierno argentino, a aquellos que se sientan inclinados a reproducir su gesto de soberanía. De acuerdo con su modo de percibir los valores, se es tan denodado patriota cuando se defiende el interés de una empresa transnacional como cuando se decreta una draconiana medida de ajuste. En esta misma lógica, el hecho de que su rey distraiga momentáneamente la aflicción que le causa el empobrecimiento de los españoles en una cacería de elefantes, de ningún modo mancilla su grandeza, ni disminuye su calidad de máximo embajador y primer defensor de las causas hispanoamericanas ante el mundo. Con una filosofía aun más depurada, Felipe Calderón entiende que recuperar para un país la soberanía de sus recursos energéticos es un acto irracional y anacrónico. Lo que está en consonancia con el mundo actual, según su leal entender, es entregar la economía del país a la voracidad de las megaempresas, y lo racional es ponerse al frente de una guerra que no ha hecho sino fortalecer al enemigo en una siembra de muerte y desolación sin término durante el transcurso de la cual, como lo ha declarado él mismo, el crimen organizado fue duplicando, y a veces reemplazando, las funciones del Estado. Esto, por añadidura, en un país que celebra como una gran fiesta cívica cada aniversario de la nacionalización del petróleo decretada por el general Lázaro Cárdenas en 1938, impulsando una medida más radical que la hoy tomada por Cristina Fernández de Kirchner. Sin duda por esa afinidad intelectual, el gobierno español ha hecho pública la iniciativa de pedirle a Felipe Calderón que sea mediador en el conflicto creado entre España y la Argentina, habida cuenta de las buenas relaciones que el presidente de México mantendría con las autoridades de ambos países. En esta increíble lógica, nada obsta para que alguien actúe como si se hubiera mantenido en una posición equidistante de aquel a quien ha otorgado toda la razón y de aquella de la que ha dicho que no está “en sus cinco sentidos”. Cosas veredes.

Tapa satira

Tristemente, el gobierno de México, que históricamente ha exigido respeto para su autodeterminación soberana, ha invadido irrespetuosa e ilegalmente la soberanía de otro país, invadiendo en el mismo acto la propia Constitución de los Estados Unidos Mexicanos. Se ha sumado a la campaña de descalificaciones mediáticas emprendida por los campeones del neoliberalismo y por los organismos defensores de un sistema que, en casos como éste, defiende la expoliación –a la que parece tener derecho por naturaleza– con el agravio destemplado y con el recurso a la ceguera. Pero esta desmesura verbal, que pretende invisibilizar lo evidente, no es sino el síntoma de un desequilibrio que avanza sobre una Europa que, con los hechos, insiste en afirmar que el mejor, quizás el único, modo de salvarse de una enfermedad –entiéndase economía de mercado– es persistir y aun ahondar en aquello que la provoca. De más en más, Europa es una zona de riesgo. Tristemente, el gobierno de México parece no estar en condiciones de entender, con menos aspavientos, que la decisión tomada por el gobierno argentino está en el camino que economistas de justo renombre recomiendan: para enfrentar las actuales crisis y sobre todo para prever las que puedan sobrevenir, lo adecuado es asegurar la suficiencia alimentaria y los recursos energéticos, fomentar el gasto interno y la distribución social del ingreso, lo cual supone alejarse de la economía sin patria (y sin madre) del mercado. A los que no somos economistas y no estamos, por lo tanto, en condiciones de exponer los fundamentos de esta recomendación, nos basta con observar la desesperación de ciudadanos de Italia o de Grecia que, hundidos en la humillación y la miseria, han llegado hasta el suicidio porque sus respectivos gobiernos optaron, o se vieron obligados a optar, por esta vía tan recomendada por organismos como el Fondo Monetario Internacional.

En estas circunstancias, la prensa española, aun la que se dice de inspiración socialista como el diario El País, y la prensa de la derecha en general, ha recurrido a la diatriba fácil, a la siembra del miedo, ha preferido no pensar o no dejar pensar. Con otra disposición mental y moral, ciudadanos españoles que ven las cosas sin intereses creados y en consecuencia apuestan por el pensamiento han explicado que Repsol es una empresa privada en la que los capitales españoles son en realidad menos cuantiosos que los extranjeros, una empresa que cuenta con filiales en los llamados paraísos fiscales y que paga impuestos en España por una cantidad menor a la cuarta parte de los beneficios económicos que obtiene por sus negocios en todo el mundo. Esto último lo he leído en una nota que expone con detalle qué es lo que hay en el debe y en el haber de Repsol, una nota que firma David Posada Menéndez. Desde luego, yo no estoy en condiciones de corroborar la veracidad de estas cifras. Sin embargo, conociendo los privilegios fiscales que exigen y que obtienen las empresas transnacionales –sin contar las innumerables triquiñuelas a las que recurren sus contadores avezados en la evasión de impuestos–, nada me cuesta pensar que estoy ante un dato del todo verosímil.

Especialistas en el saqueo, las grandes empresas nunca pierden, puesto que aseguran sus ganancias en la primera movida. Entre quienes garantizan este saqueo se cuentan sus ejércitos de abogados y la prensa comprada o interesada en mantener este estado de cosas. Como si se tratara de una ley universal que vale para individuos tanto como para corporaciones, el que más tiene es el que con más furia se queja cuando alguien intenta disminuir, así sea mínimamente, sus poderosos ingresos. Un tímido suponer: si a los bancos españoles asentados en México –enriquecidos escandalosamente con tasas usurarias– el gobierno de este país quisiera expropiarles un 10 por ciento de sus ganancias, sus gritos atravesarían el océano para que la voz de Rajoy venga a socorrerlos. Y sin embargo, con un 10 por ciento menos, los bancos seguirían ganando en exceso. Un suponer más audaz: si el gobierno les expropiara el 50 por ciento de sus ganancias, todavía invertir en México sería para ellos un buen negocio. Y, en la más increíble de las suposiciones, si el gobierno les expropiara todas sus ganancias, y ellos conservaran la calma, podrían reconocer que ya han ganado tanto que sus inversores no sólo se retirarían de este país con las arcas llenas y que las ganancias obtenidas en estos años alegres alcanzaría para una holgura tan dilatada que se extendería a sus hijos y aun a los hijos de sus hijos. El mío es un razonamiento doméstico, claro está, el razonamiento de alguien que no entiende que la acumulación sin sentido de riquezas (digo bien: sin sentido, sin otra orientación que no sea la de su propia gravedad) es una pasión irrenunciable como es la pasión, igualmente voraz y sin sentido, del jugador. Una pasión que se aviva con la miseria de los otros, que más crece mientras más hace crecer la pobreza. Ser pobre, ya se sabe, cuesta caro.

Pero a este razonamiento casero yo le agregaría otro, de la misma modesta calidad. O, más que un razonamiento, una pregunta. Según estos terroristas de las finanzas, si la Argentina se sale con la suya, quedan en peligro todas las economías emergentes, puesto que las grandes empresas, espantadas por la falta de “seguridad jurídica”, se irían con sus euros a otra parte. La pregunta es ésta: ¿a dónde invertirían esas empresas acostumbradas a obtener ganancias que sólo pueden ofrecerles países de economías emergentes? ¿Pondrían sus capitales en Suiza o en Finlandia, donde la –todo hace suponer– probada “seguridad jurídica” les aseguraría que lo que ganan aquí en un año allá lo ganarían en cinco o acaso en diez? Pero no, esos gobiernos tampoco dan la “seguridad jurídica” tras la cual ellas van: ellas van tras un cómodo contrato que comprometa a los gobiernos, pero que ellas puedan violar sin mayores consecuencias o molestias.

* Escritor, radicado en México.


Yacimientos

Por María Pía López *

Desde el año pasado, un justo movimiento de resistencia en España fue nombrado por las industrias del espectáculo como los indignados. El nombre menoscaba el movimiento, porque “indignación” tiene la forma de un escándalo moral, de un gesto airado, antes que la fuerza creativa de la experimentación política. Es más adecuado ese nombre para los gobernantes españoles y los medios de comunicación que amplifican sus palabras –y las reordenan, organizan y sistematizan como arietes polémicos–. Ellos hablan más en el terreno de la indignación que los miles que desconfían de toda representación.

Hablaron con indignación ante una decisión fundamental del gobierno argentino: la de expropiar las acciones de Repsol en YPF. Recordaron, allí, ayudas preexistentes, pactos verbales y, con tono de amenaza, blandieron la denuncia contra un supuesto populismo expropiador. El gobierno español se presentó como agente y vocero de una empresa. No de cualquiera sino de aquella que cumplió una tarea de larga expoliación de los recursos energéticos nacionales, girando utilidades sin invertir en la exploración necesaria. El gobierno de la ex metrópoli colonial añora el pasado, pero ahora bajo los argumentos de la seguridad jurídica que haría de concesiones y privatizaciones, que muchos discutimos desde su efectiva realización, una condición ineluctable de la vida del país.

Es importante, y mucho, que la decisión soberana sobre el petróleo se asuma en el plano de la conmemoración del reclamo por Malvinas. Porque sitúa esa demanda en su más profunda materialidad –no se trata de sumar territorios para concederlos, graciosamente, a un tipo de explotación que los deje exangües y produzca escasos derrames a las economías regionales, como está en discusión, actualmente, en relación con las minerías–, y esa materialidad en la que queda situada la idea de soberanía implica pensar, también, cuál es el cuerpo social y político que la asume, que la ejecuta, que llevaría a cabo una efectiva apropiación de las riquezas de un país.

El petróleo es metáfora última de la riqueza en las sociedades industriales –no es el oro, fetiche por excelencia y dispendioso adorno– y, a la vez, corazón de la idea de una nación autónoma. En México, luego de la revolución que hizo el más avanzado de los textos constitucionales en 1917, hubo que esperar casi veinte años para que el gobierno de Lázaro Cárdenas llevara adelante las dos medidas más profundas que la Constitución habilitaba: la nacionalización del petróleo y la reforma agraria. Una plaza –el Zócalo– llena de trabajadores festejó la primera medida y comenzó una conmovedora colecta para sumar los pagos que una indemnización a las empresas norteamericanas requería.

Quizás la relación de México con Estados Unidos esté tan revestida por símbolos e historias pasadas como la de nuestro país con España, pese a que son bien diferentes. Entre estos países hubo un hecho colonial en el origen y existieron y existen múltiples modos de la cooperación, el encuentro cultural y la comunidad lingüística. ¿Pueden todos esos lazos ponerse en juego porque el Estado español se convierte en vocero y lobista de su mayor multinacional? Más bien, nos obliga a pensar que un nuevo vínculo ata las formas contemporáneas de los Estados a las lógicas de acumulación de capital, en la que los primeros, muchas veces, no omiten servidumbres. Y, en ese sentido, se podrían revisar a la luz de esa conexión otras políticas españolas.

Incluso aquellas que hacen al patrimonio común de la lengua y que, en la estrategia del Estado español, aparecen como instrumentos de apropiación de un mercado que constituye alrededor del 16 por ciento del PBI del país europeo en crisis. Si su gobierno se presenta como agente de Repsol, la Real Academia de la Lengua cumple un rol adecuado a las necesidades de Telefónica y las trasnacionales editoriales. Lo hace al disponer del conjunto de los instrumentos regulatorios del idioma –gramáticas, diccionarios, ortografías– y por ende la capacidad de sancionar los usos “adecuados” –en muchos casos regionalismos europeos– y las formas “desviadas” –que pueden ser los usos más extendidos en América–.

Decir Argentina hoy es afirmar la inscripción latinoamericana de cualquier conflicto y también la revisión creativa del ejercicio de la soberanía popular. El reclamo argentino por Malvinas es latinoamericano, como tiene ese alcance la discusión de los países de la región sobre el derecho a la explotación de sus recursos naturales, y como están en este continente la mayoría de hablantes de castellano mientras las herramientas de estandarización se siguen diseñando en España. Cualquier nacionalismo que intentemos enunciar en relación con estas cuestiones debe ser, como efectivamente está ocurriendo, no nacional, capaz de reconocer sus fuentes en el acuerdo con otros países y de llamar nación a un conjunto poblacional hecho de partes heterogéneas.

Ese camino es el de una singular fuerza creativa, del tipo de las que refundan una vida política en común. Muchas exploraciones son necesarias y no sólo las muy fundamentales de petróleo, para que esas fuentes que requiere una sociedad dañada por distintas formas de la infamia no se extingan.

* Socióloga, docente de la UBA.


Argumentos contra las mentiras interesadas

Por Alejandro Grimson, Jorge Gaggero, Federico Schuster, Roberto Pianelli *

Los argumentos para que la República Argentina recupere el pleno control sobre sus hidrocarburos son elocuentes. Primero, porque su resignación ha sido una de las medidas más graves y destructivas de la política neoliberal impulsada con vigor desde principios de los años ’90. Segundo, porque el desarrollo de un país no puede quedar librado a la voluntad de reinversión de las grandes empresas transnacionales o nacionales, en un marco de regulaciones o controles laxos o (directamente) inexistentes. Tercero, porque tanto la producción energética como la apropiación de la renta resultante de la explotación de los recursos naturales son de interés de todo el pueblo argentino (su propietario).

No se puede designar con la palabra “argumentos” las agresiones y amenazas que llegan desde altos funcionarios españoles y de los ejecutivos de sus empresas más poderosas, las insistentes y a la vez perimidas opiniones del Fondo Monetario Internacional o las de las filiales políticas y mediáticas locales de tales intereses. La Argentina es un país democrático y tiene pleno derecho a ejercer su poder soberano en función de su constitución y sus leyes.

Dicen que la Argentina se ha tornado “imprevisible”. Mienten: si la Argentina hubiese tolerado pasar a ser dependiente crónica de la importación de hidrocarburos, entonces sí se hubiera tornado un país imprevisible. Dicen que empeoró el “clima de inversiones”. Falso: ha retrocedido el “clima de especulaciones” y mejoran, en consecuencia, las perspectivas económico-sociales. Dicen que quieren “negociar” con la Argentina. Mienten: quieren bloquear y, en todo caso, castigar una decisión soberana. Dicen que están “dispuestos a invertir”. ¿Una década después del comienzo del vaciamiento de YPF?: si hubieran invertido, explorado, descubierto yacimientos, una ley como la propuesta por el Poder Ejecutivo hubiese tenido menos apoyo social. Dicen que esto “rompe la amistad” con España y que es desleal frente a la crisis y el sufrimiento por el que atraviesa la “madre patria” de miles de argentinos. Esto es perverso: las relaciones entre los argentinos y los españoles tienen enorme densidad histórica, incluyendo exilios políticos y migraciones económicas en ambas direcciones. Estas relaciones se consolidan ahora en la hermandad de parecidos sufrimientos ante los desastres que acarrean las políticas neoliberales (hoy en España, hasta hace diez años en Argentina). Las amenazas o insultos de ningún empresario o funcionario, así fuera el más alto de todos, podrán destruir estos vínculos. Dicen que la expropiación “afecta los intereses del pueblo español”. Falso: las grandes mayorías populares de España no se benefician de la actividad de la empresa multinacional Repsol. Dicen que se trata de un “falso nacionalismo” de Argentina. Mentira: las mejores tradiciones que han sabido defender, en cualquier parte del mundo, los intereses nacionales lo han hecho en democracia o luchando por la democracia, en función de las necesidades del conjunto del pueblo.

Es necesario defender el derecho argentino frente a las presiones de países, empresas y organismos internacionales. Es necesario que la soberanía sobre los hidrocarburos sea una política de Estado inscripta en las mejores tradiciones políticas. Es necesario el respeto a las decisiones de las instituciones democráticas de la República Argentina. Las grandes mayorías argentinas apoyan las medidas. También tienen hoy una enorme expectativa frente a un desafío que saben que no será sencillo. Por una parte, porque todas esas presiones económicas y políticas son ejercidas por poderes reales. Por otra parte, porque se presenta la oportunidad de mostrar cómo el Estado puede ser legítimo y necesario protagonista en la gestión de una gran empresa estratégica, con justicia, controles sociales y protección del medio ambiente.

Un enfoque estratégico y un plan energético de mediano y largo plazos deberán entonces ser partes vitales de tal esfuerzo, el marco indispensable para que la gestión estatal de YPF pueda dar sus mejores frutos. Una conducción profesionalizada de la nueva YPF y la eficacia de los controles económico-financieros a los que deberá estar sometida, tanto por parte del Ejecutivo Nacional como del Congreso y las provincias asociadas, serán otras de las claves del éxito futuro de esta nueva etapa.

* También firman Paula Abal Medina, Victorio Paulón, Claudio Marín, Aníbal Viguera, Marcelo Rudaeff (Rudy), Sandra Arito, Michael Cohen, Florencia Abbate, Julián Rebón, Luis Alberto Quevedo, Pablo Semán, Alfredo Pucciarelli, Julio Neffa, Sebastián Pereyra, Gabriel Noel, Damián Pierbattisti, Mónica Abramzon, Gerardo Halpern, Ana Mariel Weinstock, Karina Bidaseca, Juan Bautista Ritvo y otros adherentes al texto del espacio de intelectuales Argumentos.

Página/12 :: El país :: Un rescate estratégico

Y péguele fuerte

Por Eduardo Aliverti

No hay nada más imperioso, en momentos como éstos, que desmalezar la información circulante. Algunos colegas, sobre todo de este diario, vienen haciéndolo con rigor. Es tal el tráfico de intereses –y en consecuencia la cantidad de falsedades– que cabe insistir. El orden siguiente es aleatorio, tanto como el modo en que los sectores de derecha más concentrados revelan su desconsuelo. Para peor de esos grupos, el conjunto de la oposición apoya la medida. Hasta Macri tuvo que pegarle una vuelta a su virulenta crítica inicial desde la cuna de Antonia. Según les pinte, los medios militantes del antioficialismo ubican a uno u otro ítem como la amenaza grandilocuente. Suben y bajan. Parecen ascensor.

– España hará tronar el escarmiento. El disparate más grande de todos. Las exportaciones españolas a la Argentina están en alrededor de mil millones de euros, pero las importaciones desde aquí son por el doble. Hay más de una docena de grandes empresas españolas que operan en la Argentina en rubros como banca, construcción, energía, hotelería, comunicación. Según el Ibex 35, índice de la Bolsa de Madrid, las compañías de la península se llevan más de 26 mil millones de dólares por ingresos generados en la Argentina. Solamente Telefónica obtuvo el año pasado un volumen de negocios superior a los cuatro mil millones de dólares. Santander Río, BBVA Banco Francés, Mapfre, DHL, Endesa, Cirsa, Santillana, NH Hoteles, Codorniú, Prosegur, y una lista que se completa con más de 400 empresas ibéricas operantes en la Argentina, dan cuenta de que España es hoy el primer inversor extranjero en nuestro país. A esa España que en cierto pero no menor sentido se cae a pedazos o, si se prefiere, al gobierno que la administra con el ajuste más salvaje de –por lo menos– su decurso post-franquista, no le dan los números siquiera para alzar la voz. Lo dijo, entre otros muchos ignorados por los medios españoles y sus aliados criollos, el cooperativista español Gabriel Trenzado: España tiene mucho más para perder que para ganar en un enfrentamiento con la Argentina.

– También Europa podría vengarse. Es un aspecto que, si acaso pudiera ser posible, supera a la tontería del revanchismo meramente español. Así como, después de Brasil, Europa es el segundo destino de las exportaciones argentinas, la Unión Europea es el segundo inversor en la Argentina. Justo cuando la crisis de los europeos y sus empresas les hacen mirar con mayor cariño que nunca lo que puedan exprimir aquí y en el resto de América, para conformar a sus accionistas mientras descargan en las clases populares el costo del ajuste, Europa estaría en condiciones de demostrar lo larga que es su capacidad de intimidar. Muy gracioso.

– La presión de Repsol por el monto indemnizatorio hará que acuda a todos los juzgados internacionales y la Argentina agregará porotos a su aislamiento del mundo. Reíte de Janeiro. La petrolera estatal venezolana y la Exxon estadounidense ya llevan cuatro años negociando el precio por las expropiaciones de Hugo Chávez. El dato es público. Tiene el plus de haber sido destacado, a entrada de columna a página 9, el jueves pasado, por uno de los periodistas serios que le quedan a Clarín, Daniel Fernández Canedo. Siempre se escapa algo.

– Cuidado con el Ciadi, a donde podría recurrir el Estado español. El Ciadi es el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones. Una entidad y sigla más adecuadas a alguna ocurrencia de Groucho Marx que a un organismo altamente influyente. Depende del Banco Mundial, otro invento de los países ricos para distribuir migajas a cambio de planes de ajuste. De manera que su sentido es proteger a los grandes emporios radicados en las naciones en vías de desarrollo. Brasil no entró a ese engendro, como elemento informativo considerable si se estimara menor que huyeron de él Bolivia, Ecuador y Venezuela. Y si tampoco alcanzase eso para mensurar su nula o escasa influencia, tómese nota de que ninguno de sus temibles dictámenes perjudicó a país alguno. Si a Repsol se le ocurriese ir al Ciadi y de acuerdo con los antecedentes comprobados, se calcula que, entre el tiempo que llevará pasar por los tribunales argentinos y las apelaciones españolas, andaríamos más o menos por 2020.

– Se afecta la seguridad jurídica de una empresa española, con todo lo que ello podría significar no sólo en términos de intercambio comercial sino también de relaciones institucionales, perjuicio para los españoles de a pie y, ergo, para la amistad entre los pueblos. Repsol es una multinacional, no una empresa española. Y respecto de las necesidades de la inmensa mayoría de los ibéricos, la voracidad y ganancias de la empresa tienen que ver con el pueblo español lo mismo que el culo con la llovizna. Leamos lo escrito por el colega Oriol Malló Vilaplana, en el sitio Público.es: “La llamada reconquista económica española de América latina, iniciada en 1991 con la privatización de grandes empresas públicas argentinas, supuso la irrupción de un nuevo grupo de poder en dicho territorio. Gracias a la cooptación, la corrupción y la seducción, el cartel español ha monopolizado mercados de obras públicas, agua, energía, turismo, medios y telecomunicaciones. La nueva elite neoliberal, formada al calor de Salinas de Gortari, Menem o Fujimori, tomó como bandera la democracia oligárquica española y su milagro económico, hoy en ruinas, mientras Felipe González piloteaba este proyecto de desembarco imperial bajo cobertura política y financiera de los Estados Unidos. Así emergieron, en los ’90, las poderosas redes de la hispanidad que son, hoy, el principal ariete contra el cambio y la soberanía de las Américas (…) El apoyo larvado al golpe de Estado empresarial contra Hugo Chávez en 2002, o la intervención directa en las elecciones mexicanas de 2006 para evitar el triunfo del candidato de centroizquierda Manuel López Obrador (demuestran que) el cartel español construye y reconstruye la historia jamás contada de los nuevos conquistadores, sus aliados locales y los verdaderos amos de la pinza Madrid-Miami”. En el mismo sitio, bajo título de “Por qué España agachará la cabeza con YPF”, David Bollero explica que “España por sí sola no podrá hacer nada. No tiene el peso internacional para hacer ello. Estamos hartos de comprobarlo y esta cuestión no será distinta. Por eso el gobierno busca desesperadamente apoyos externos, habiendo encontrado únicamente el de México. El resto son ambigüedades, puesto que la misma Unión Europea ya habla de conflicto bilateral y la Comisión Europea ha reconocido que ‘la UE no tiene actualmente ningún instrumento legal que invocar a este respecto frente a la Argentina’. Tan sólo podría ejercer presión, pero al borde del colapso del euro. ¿Le conviene? O, sencillamente, ¿se atreverá?”. Y termina: “Tras la actitud de gallito peleón, España terminará por agachar la cabeza en el asunto de YPF. Y, siendo honestos, es lo que nos toca. Queríamos capitalismo y nos han dado dos tazas. Nadie es rico si no es a costa de otro. Es una máxima que igual sirve para el ámbito doméstico como empresarial, o de relaciones internacionales. Y cuando las tornas se dan vuelta, escuece; pero hay que apechugar porque es el estadio original que nos corresponde. Todo lo demás, artificio”.

A esta altura de la nota, viene quedando afuera –sólo por ejemplo– observar o refutar que los Kirchner fueron noventísticamente decisivos para aprobar la privatización de YPF, o bien que se engulleron remarcar a su tiempo lo que ahora denuncian. ¿Es que siempre es tarde para hacer las cosas? ¿Es que siempre importa más de dónde se viene que hacia dónde se va, o que si es por eso jamás sería posible acometer una acción de gobierno sin que sea condenada? También queda afuera un Axel Kicillof que según los medios de la ultraoposición pareció estar más en una asamblea universitaria que frente a una comisión senatorial, como si nos hubiera ido mejor con los modositos que a lo largo de la historia respetaron la oratoria circunspecta. Y como si, al margen de apreciaciones retóricas, no hubiera tenido un desempeño que dejó sin argumentos a los interpelantes. Más todavía: queda afuera si se podrá demostrar que, además del acto épico de haber recuperado la más estratégica de las empresas, además de haberse animado a lo que ya no se soñaba ni con largas líneas de fiebre, sabrán sacar el petróleo y alterar el paradigma energético. Queda afuera de dónde saldrá la plata y qué intereses afectarán para que salga.

Puede, en principio, quedar afuera el desarrollo de todo eso; o remitirlo a algunas pocas oraciones como las precedentes. Pero ocurre que primero es imprescindible desmontar las pelotudeces, tilingas o corporativas, de que se vale el enemigo para asustar a la gente.

Sobrevivientes y sobrevividores

Por Juan Sasturain

Toda catástrofe, todo cataclismo, todo desastre –de cualquier orden que sea– produce víctimas múltiples que hacen a su definición como tales. Toda catástrofe produce, también y necesariamente, para que quede testimonio, existan o sean posibles el relato y la interpretación, supérstites. Es decir: los que quedaron para contar lo que pasó. Puede ser la puntual noche del Titanic, la tremenda erupción del Vesuvio, la silenciosa bomba sobre Hiro-shima, los años negros de la dictadura, la crisis del ’29 en Wall Street y alrededores, o los noventa menemistas, para la economía argentina. En el resumen final más o menos diferido hay víctimas y supérstites y, dentro de éstos, una amplia gama de modos de sobrevivir o de haber sobrevivido.

Ya sean físicos, naturales, históricos, políticos, económicos o cualquiera de sus combinaciones, semejantes cataclismos (definidos como tales en función del reguero de víctimas que dejaron a su paso) están cruzados o desembocan en cuestiones que no pueden ser otra cosa que morales: qué hizo / pensó / dijo cada uno en / con / para / sobre eso que pasó. Y es a propósito que se mezclan alevosamente acá el Holocausto y un tsunami, la circular 1050 y la destrucción de los ferrocarriles. El discurso presente y la evaluación en diferido de aquellos escandalosos sucesos merecen ser confrontados con las acciones y actitudes puntuales en el momento en que se produjeron. Cada actor que asume hoy un papel, lo tuvo entonces. Y no cabe –éticamente hablando– cambiar el libreto sin avisar.

Por eso, gruesamente, más allá de las consabidas víctimas y de los eventualmente identificables responsables / victimarios cuando los hay, habría que diferenciar, entre los supérstites no implicados en forma necesaria, dos tipos muy claros: los sobrevivientes y los sobrevividores. Ser sobreviviente es una condición fortuita y más o menos trágica; ser sobrevividor es una decisión personal, una que involucra a la ética.

Si ante las catástrofes naturales el sobreviviente se hace preguntas por el sentido al ponerse (aunque sea fugazmente) en el lugar de las víctimas –pude ser yo– y obra en consecuencia, el sobrevividor tiende a soslayar la condición excepcional del suceso y a interpretarlo / utilizarlo meramente como una variante que se ha disparado a valores inusuales en las habituales reglas del juego social; así, aprovechará la escasez, la indefensión ajena, o convertirá la tragedia en espectáculo.

Peor y más alevoso aún es lo que sucede con las catástrofes (sociales) inducidas por políticas (económicas) criminales. Tenemos en estos días ejemplos múltiples de cómo la revisión y la polémica puesta al día de uno de los tantos aspectos perversos de la política privatizadora de desguace del Estado realizado en los noventa (la desnacionalización de YPF en este caso) dispara el discurso indecente e incluso “actualizado” en ciertos casos, de tantos que no han sido otra cosa –siempre– que cómplices del victimario o descarados sobrevividores.

No les importó un carajo entonces el costo social y patrimonial de una política criminal porque medraban al calor de las viejas novísimas doctrinas liberales, porque ellos sobrevivían; no les importa ahora –en el fondo– el sentido profundo del gesto que significa comenzar a revertir un estado de cosas que ha naturalizado la entrega patrimonial. Siguen siendo sobrevividores.

En este momento, después del naufragio y sacando la cabeza del agua, cuando se intenta que haya botes para todos, por favor: víctimas y sobrevivientes, primero.

Los sobrevividores históricos, que hagan la plancha.

Página/12 :: Contratapa :: Sobrevivientes y sobrevividores

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